Consuelo Arias-González
La política turística se sigue enfocando y orientando
hacia la creación y consolidación de los megaproyectos y de los Centros
Integralmente Planeados (CIP’s). El interés económico prima en la política
turística. La captación de divisas y la generación de empleos, por un lado, y
el crecimiento económico, principalmente de las empresas trasnacionales, han
sido determinante en el diseño de la política turística nacional.
La política económica del país considera al turismo una
prioridad nacional. Debido a su contribución histórica al Producto Interno
Bruto es que se sigue viendo en el turismo una alternativa para lograr el
crecimiento económico nacional. Muchos de los esfuerzos, en materia económica,
privilegian la inversión extranjera en los destinos turísticos altamente
consolidados porque han demostrado ser una buena alternativa para captar
divisas, atraer inversión extranjera y generar empleos. Lo anterior ha
permitido, en algunos casos, el crecimiento económico local y/o regional, que
no desarrollo económico. Sin embargo, estas variables macroeconómicas han sido
suficientes para seguir sustentando gran parte de la política económica
nacional en el turismo. Lo anterior no garantiza per se el crecimiento económico de forma homogénea o equitativa.
La política turística nacional actual considera como uno
de los temas prioritarios impulsar políticas de sustentabilidad ambiental.
Pero, esto, tampoco garantiza el uso sustentable de los recursos naturales,
principal materia prima del turismo. Se ha observado el impacto ambiental que
el desarrollo del turismo ha traído consigo, particularmente en los CIP’s donde
la capacidad de carga y de asimilación de los ecosistemas fue rebasado gracias
al crecimiento exponencial de la infraestructura y equipamiento turísticos.
Así, no solo las comunidades locales han sufrido los efectos negativos de una
mala planeación turística y de un crecimiento desordenado. Los ecosistemas
también han sufrido sus efectos negativos.
De acuerdo con Zavala (2008), el turismo representa
desarrollo, ya que permite generar divisas y empleos, promueve inversiones,
distribuye más equitativamente la riqueza, reconoce la identidad y respeta los
ecosistemas urbanos y rurales. Sin embargo, si bien el crecimiento y la
expansión turística son evidentes, siguen prevaleciendo las grandes desigualdades
entre las zonas turísticas y las residenciales, los cinturones de miseria, así
como la inequitativa distribución de los beneficios derivados de esta
actividad.
Se considera que una adecuada gestión puede contribuir
efectivamente al desarrollo económico de un país; no obstante, el turismo se
sigue apropiando de los recursos naturales potencialmente explotables
económicamente (Hernández y Santana, 2010), a pesar de que mantener un entorno
natural sano es un requisito indispensable para el turismo. La actividad
turística deriva en destrucción de los sistemas ecológicos.
La mayor parte de los ingresos derivados de la actividad
turística se dirijen hacia el extranjero, quedando una mínima parte de ellos
dentro del territorio nacional, dentro de las zonas turísticas y dentro de las
comunidades con uso turístico.
Así, si bien el turismo ha generado crecimiento, no puede
afirmarse que éste haya sido equitativo y que las comunidades receptoras hayan
alcanzado mejores índices de desarrollo de manera homogénea. Actualmente se
está dando un mayor impulso a la creación y consolidación de las micro y
pequeñas empresas, que no pueden competir con las grandes empresas
trasnacionales, bajo el supuesto de impulsar una nueva modalidad de turismo con
enfoque hacia lo local, dentro del mismo modelo de enclave turístico.
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