Consuelo Arias-González
MODERNIZACIÓN
REFLEXIVA
Posmodernidad, modernidad tardía, era global y modernidad
reflexiva, son algunos de los proyectos surgidos de la modernización de la
sociedad industrial, en el que las personas eligen formas sociales y políticas
nuevas e inesperadas. La sociedad debe responder simultáneamente a los desafíos
surgidos de la globalización, la individualización, la revolución de géneros,
el subempleo y los riesgos globales. Sociológica y políticamente surge la
necesidad de un cambio de paradigma, de un nuevo marco de referencia que
permita la reinvención de la sociedad y la política, pero no a nivel nacional
sino global. En esta modernización industrial han aumentado las brechas entre
ricos y pobres, y cada vez existen más pobres.
La sociedad del riesgo, primer reacción que se contrapone
a la modernización industrial, señala el riesgo global, individual y moral, en
el que se elige, decide y configura a los individuos como creadores de sus
propia identidad pero que tienen relevancia a nivel colectivo, surgiendo una
generación del “primero yo”. Los hijos de esta nueva libertad tienen
sentimientos más apasionados y morales sobre cuestiones tan diversas, como el
trato al medio ambiente o, incluso, el género, la raza y los derechos humanos. La disolución de la solidaridad, la decadencia
de los valores, la cultura del narcisismo, el hedonismo reivindicativo dominan
el debate público actual, y se habla, además, de una época de efectos
colaterales en donde existen consecuencias no previstas y no deseadas.
Modernización reflexiva significa la posibilidad de una
auto destrucción creativa de toda una época: la de la sociedad industrial. El
sujeto de esta destrucción creativa no es la revolución, ni la crisis, sino la
victoria de la modernización occidental.[1]
Significa desvincularse para después vincularse de y a las formas sociales industriales por otro
tipo de modernidad. Esta modernización afecta las formaciones sociales, los
estratos, ocupaciones y roles de género, la familia nuclear, los sectores
empresariales y los prerrequisitos del progreso tecnológico y económico natural
de la sociedad.
Las victorias del capitalismo son quienes producen la
nueva forma social, no las crisis; es decir, que no es la lucha de clases sino
la modernización normal, quien motiva los nuevos cambios, a través de su propio
dinamismo industrial que deja de lado los debates políticos y las decisiones de
parlamentos y gobiernos. Así, la radicalización de la modernidad rompe con las
premisas de la sociedad industrial y abre nuevas vías hacia una modernidad
distinta. La modernización reflexiva avanza muy despacio y de forma cautelosa.
Lo deseado y lo familiar constituyen la nueva modernidad.
La modernización reflexiva es un cambio de la sociedad industrial que se produce de forma no planeada, dentro
de un orden político y económico intacto. Se autoconfronta a la modernización
industrial, a través de la crítica. No implica la reflexión sino la
autoconfrontación. Es una transición que ocurre de forma no deseada, no
percibida y compulsiva. La sociedad del riesgo es una continuación de los
procesos de modernización automatizados que son ciegos y sordos a sus propios
efectos y amenazas, los cuales cuestionan y destruyen los fundamentos de la
sociedad industrial.
La modernización reflexiva es la confrontación de los
efectos de la sociedad del riesgo que no pueden ser tratados y asimilados
dentro del sistema de la sociedad industrial, es decir, que no pueden ser
medidos por los estándares institucionalizados.
El reconocimiento de las amenazas provocadas por el
desarrollo técnico industrial hace manifiesta la necesidad de la autorreflexión
sobre la cohesión social así como de la llamada racionalidad. La sociedad se
vuelve reflexiva, convirtiéndose así, en un tema y un problema para sí misma.
Y, tras todo esto, se pone de manifiesto un conflicto fundamental, un
antagonismo: antagonismos ideológicos, culturales, económicos y políticos.
El retorno de los individuos a la sociedad,
característica de esta modernización reflexiva, como un proceso de
desvinculación y de revinculación a nuevas formas de vida de la sociedad
industrial que sustituyan las antiguas en las que los individuos deberán
reproducir sus propias biografías. Sin embargo, esta individualización no se
refiere a actuar en forma aislada, sino a concebirse como un individuo dentro
de la sociedad, como parte de ella. No se basa en la libre decisión de los
individuos, sino más bien es una compulsión a fabricar, autodiseñar o
autoescenificar no solo la propia biografía, sino sus compromisos y relaciones
en base a las preferencias individuales.
La modernización de la sociedad industrial, fundamentada
en los avances tecnológicos de los años 90’s, entra en crisis a partir de una
crítica social del desarrollo económico que las sociedades han seguido.
Conceptos como la globalización o el neoliberalismo que buscan como fin
principal generalizar los mercados internacionales, a través de mecanismos como
el libre mercado y que, lejos de buscar un beneficio global, beneficia solo a
los países altamente industrializados y, por ende, desarrollados, son
cuestionados por la sociedad.
La sociedad se vuelve crítica y empieza a cuestionar los
patrones de desarrollo bajo este esquema económico. Los aspectos ideológicos, culturales,
económicos y políticos son cuestionados por la sociedad pero bajo una
perspectiva que implica la autocrítica. Y, ante esta autocrítica, empiezan a
surgir algunos movimientos sociales como una forma de oposición al sistema
económico, hay diferentes formas de afrontar esa autocrítica, se puede por un
lado confrontar la realidad y actuar en consecuencia, ya sea a nivel individual
dentro de una colectividad o a través de una manifestación que puede buscar
intereses tan variados como la conservación del medio ambiente, la protección
de los animales, la violación de los derechos humanos, la equidad de género,
etc.
Se manifiestan temas prioritarios como la conservación
del medio ambiente y, al respecto, me gustaría hacer algunos comentarios a
partir de algunos argumentos planteados por Ulrich Beck que llamaron mi
atención. El primero de ellos señala: “La metamorfosis de los efectos
colaterales no percibidos de la producción industrial en focos de crisis
económicas globales ya no se presenta como problemas del mundo que nos rodea
–uno de los llamados “problemas medioambientales”-, sino como profunda crisis
institucional de la propia sociedad industrial.”[2]
La sociedad industrial se enfocó en alcanzar el mayor
desarrollo tecnológico porque se consideraba que esa era la opción que se tenía
para alcanzar el desarrollo; sin embargo, infinidad de aspectos de mayor
coyuntura se dejaron de lado. Posiblemente pocos fueron los que previeron que
esta forma de pensar y de actuar acarrearía consecuencias desfavorables en
algún momento que, a la postre, se manifestarían en problemas económicos (como
la caída del bloque socialista, las crisis financieras y el estancamiento de
economías, como el caso de las latinoamericanas). Estos problemas no son
concebidos ya como situaciones derivadas
de la globalización o el neoliberalismo, sino como una crisis de las
instituciones económicas mundiales, como el Fondo Monetario Internacional o el
Banco Mundial, que reflejan que el sistema como tal ya es un tanto obsoleto. El
fomento a la firma de tratados comerciales que no buscan el beneficio real de
ambas partes sino el beneficio de unos cuantos, casualmente el de los países
altamente desarrollados, han tenido importantes consecuencias a nivel social
que han desatado, en algunos casos, movilizaciones en contra y que han sido un
terreno fértil para expresar la autocrítica de este esquema de desarrollo y
para confrontar, incluso, al mismo sistema.
La segunda frase que ha llamado mi atención señala lo
siguiente: “Es posible desestimar hoy las críticas hablando de un riesgo que
tiende a cero solo para lamentar mañana, una vez que la catástrofe ha ocurrido,
la estupidez de una opinión pública que malinterpreta las aserciones
probabilísticas.”[3]
Al respecto, me gustaría señalar cómo lo interpreto. Ante esta autocrítica y
autoconfrontación del sistema económico dominante, surgen algunos actores
sociales que plantean una serie de argumentos sobre los riesgos que la sociedad
está viviendo y se arriesgan a plantear escenarios futuros a manera de alerta
sobre las consecuencias de las decisiones y acciones que surgen en una economía
basada en la industrialización y tecnificación; los cuales, en el mejor de los
casos, son ignorados por la gran élite, sea esta económica, política o social.
Y me gustaría hacer aquí un paréntesis para vincular este
tema con una carta escrita en 1854. Es una carta escrita por el Jefe de los
pieles Rojas de Seattle al presidente de los Estados Unidos, Franklin Pearce.
En esta carta, el Jefe Piel Roja vislumbra ya el destino de nuestras
sociedades, el de una sociedad basada en el valor económico antes que en el
ambiental. Los argumentos planteados en ella hacen manifiesta la realidad que
hoy en día vivimos. En ella, se plasma la diferencia ideológica entre los
pieles rojas y la sociedad estadounidense, la forma en que se concibe la
realidad es diametralmente opuesta; sin embargo, el jefe piel roja es capaz de
diseñar un escenario ante la visión industrializada. Un escenario en el que señala
que un día esa sociedad estará repleta de basura, y la gente se estará ahogando
en ella, una sociedad que avanzará llena de gloria hacia su propia destrucción,
una sociedad en la que la vida se ha terminado y en la que no queda más que
sobrevivir. Y hago referencia a esta carta porque me parece una dramática
realidad, y lo más impactante es que fue escrita hace siglo y medio pero
pareciera que nadie tomó en cuenta estas palabras. Quizás parecía un escenario
impensable o excesivamente lejano, pero creo que ese día ya llegó.
Finalmente, la tercera frase que quisiera comentar. “Los
alemanes creen que el mundo se acaba con sus bosques, y los británicos se
estremecen porque los huevos de su desayuno son tóxicos; en ese punto y de ese
modo empieza la conversión ecológica.”[4] Lo que
puedo inferir de ella es que cada individuo concibe las problemáticas de manera
distinta y que lo que es prioritario para unos no lo es forzosamente para
otros. En esta frase, mientras que algunos se preocupan por la conservación de
sus bosques otros están en otro nivel preocupándose por la calidad de los
productos que ingieren. Y si preguntáramos a las sociedades latinoamericanas,
seguramente nos darán respuestas muy distintas y podríamos ver que las
problemáticas prioritarias incluso son el que la sociedad tenga qué comer, o
tenga un trabajo, o una vivienda, o acceso a la educación, o acceso a servicios
de salud, o que viva en estado de paz, etc.
Los aspectos ideológicos, culturales, económicos y
políticos cuestionados por la sociedad bajo una perspectiva de autocrítica,
obligadamente está en virtud de la realidad concreta de cada sociedad. La
modernización reflexiva, surgida en los países desarrollados, no aplica de
igual forma en los países
latinoamericanos, por ejemplo. Los países latinoamericanos, cuya realidad
económica, política y social es muy distinta a la de los países de la Unión
Europea, evidentemente tendrán una crítica muy distinta y la forma de
organizarse también será distinta. Los movimientos sociales surgidos en unos y
otros, tendrán características propias y buscarán objetivos también propios.
Resultan muy interesantes los planteamientos de Ulrich Beck; sin embargo, pocos
de ellos se pueden aplicar hoy en día a la realidad mexicana. Ojalá que pronto
pasemos a un estado de mayor crítica y confrontación, pero creo que no es un
escenario muy cercano todavía.
BIBLIOGRAFÍA
Alfie, M., Méndez, L. Modernidad reflexiva y
movimientos sociales. El Cotidiano 100.
Beck, U. La sociedad del riesgo global. España.
Editorial Siglo XXI de España.
Beck, U, Giddens, A. Modernización reflexiva:
Política, tradición y estética en el orden social moderno. Alianza
Universidad.
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